Thursday, April 14, 2011

Se me llenó la copa


Era 26 de febrero de 2010, fue un día triste para los colombianos que añorábamos darle continuidad al proyecto político que había traído progreso y bienestar al país. Sentí nostalgia e impotencia pero acepté, como buena demócrata, la decisión de la Corte Constitucional al declarar inexequible el Referendo Reeleccionista que el pueblo colombiano había llevado a esos estrados, con casi 5 millones de firmas.

Fue entonces el momento de apoyar al candidato que garantizaría la continuidad de las políticas de Seguridad Democrática, Confianza inversionista y Cohesión Social, era la hora de poner sobre los hombros de otro, la responsabilidad de cuidar y fortalecer la obra de Uribe, Juan Manuel Santos sería el elegido.

Confieso que nunca he sido santista, pero el hombre que conocí como ministro de Defensa, y el que fue merecedor del apoyo del presidente Uribe, había logrado darme suficientes razones para creer en él. Deposité no sólo mi voto de confianza en la urna electoral, fui más allá y me vinculé a su campaña presidencial como una de sus coordinadoras en el exterior, sin duda, una de las más comprometidas. Mi entusiasmo y diligencia para colaborar con la causa de llevar a Juan Manuel Santos a la Casa de Nariño tuvo principalmente una razón: ése sería mi grano de arena para garantizar que en Colombia continuaría la obra del presidente Álvaro Uribe Vélez.

Luego del duro trabajo, y de convencer a varios jovencitos del Partido Verde para que votaran por la Seguridad Democrática, ganamos. Con alegria asistí a la posesión presidencial, eso sí, con mucho pesar y con el “ojo aguado” porque sabía que sería difícil, por lo menos para mí, acostrumbrarme a ver a Colombia sin Uribe al timón. Sin embargo, tenía confianza en que el presidente Santos haría una muy buena gestión.

Fueron pasando las semanas en su gobierno, hubo cosas que no compartí, pero las respeté, el cambio de la terna para fiscal fue una de ellas. No voy a entrar a debatir, pero considero que la Corte logró atar de pies y manos al país, logrando lo que querían desde el comienzo, rechazar cualquier candidato uribista. Luego, empezaron los ataques de miembros de su gabinete al presidente Uribe y a su gobierno (especialmente por parte del ministro candidato, quien, no lo duden, en algún momento también le dará la estocada al presidente Santos) y esperé, como otros colombianos, una justa defensa del presidente Juan Manuel, por el trabajo honesto, transparente y comprometido que realizó Uribe, defensa que nunca llegó. Para entonces, estaba bastante indispuesta con el gobierno, sin embargo, seguía apoyándolo, invitando a la gente a seguir creyendo en el discurso de la “Prosperidad Democrática”.

Pasó poco tiempo antes de que llegara uno de los momentos en los que el presidente Santos se pondría a prueba con sus electores, debía tomar una decisión frente a varios condicionamientos de las FARC para liberar secuestrados. Como resultado, Piedad Córdoba fue autorizada para participar activamente como “garante” de las liberaciones. Hasta allí, con esfuerzo, lo entendí pero no lo compartí. Poco a poco fuimos conociendo los detalles de dicha liberación. Se realizaría en 3 lugares diferentes del territorio nacional, no en uno solo como todos, excepto las FARC, esperábamos; y por supuesto, hubo condiciones de despeje y cese de operaciones militares por 36 horas y lo más grave, una de esas liberaciones se haría en la zona del Cañón de Las Hermosas, en el departamento del Tolima, donde según inteligencia del Ejército, se encontraba acorralado el hoy jefe narco-guerrillero de las FARC, Alfonso Cano, sujeto al que, misteriosamente, se le perdió la pista.

Como si esto fuera poco, los “angelitos” dieron mal las coordenadas de una de esas liberaciones. Sentí indignación, pena por Colombia, por el presidente Santos, supuse que su decisión había sido de buena fe, pero como era usual, una vez más las Farc nos habían engañado a todos.

Precisamente, ésa fue la causa que me motivó a convocar a través de Twitter, a una marcha contra las FARC, marcha que se denominó: “No más Farc, No más shows, libertad para todos ya”, marcha a la que invité al gobierno del presidente Santos a apoyar y por la que me quedé esperando una respuesta luego de haber llamado por lo menos 10 veces a la Casa de Nariño. Ese silencio del gobierno para apoyar una causa cuyo único objetivo era el de protestar contra los terroristas que tanto daño le han causado al país, hizo que los argumentos que tenía en la defensa del presidente Santos se derrumbaran. ¿Por qué no abrir los ojos y darme cuenta de que como otros 9 millones, fui utilizada?

Sigamos, semanas después, viene el caso Makled, la sorpresa y sabor amargo que nos dejó el Presidente Santos fue: “Prometí al presidente Chávez que Makled sería extraditado a Venezuela”… quedamos mudos! nuestro presidente anulando la posibilidad de cooperar a través de una extradición a Estados Unidos para combatir al narcotráfico? Triste pero cierto, una gota más ayudando a llenar la copa…

El siguiente evento fue la visita con honores del tirano venezolano a Colombia. ¡Qué deshonra para nuestra Patria! El legitimador y colaborador de los terroristas de las FARC en nuestro país recibido como todo un personaje ilustre? No hay palabras para describir la indignación que personalmente sentí, aquí la copa ya estaba al límite.

Ayer, como si fuera poco, el Presidente nos “sorprende” con la siguiente declaración hecha desde España: “Tenemos constancia de que los campamentos de grupos armados (FARC) que nosotros tenemos ubicados en Venezuela, ya no están ahí”. Esto es imverosímil, es el colmo de la desfachatez!, definitivamente, ésta fue la gota que rebozó la copa. ¿Cuál es la constancia de la que habla el Presidente Santos? ¿La palabra del tirano? ¿O quizás el presidente quiso decir que los campamentos ya no existen porque las FARC cuentan con cómodas habitaciones patrocinadas por el gobierno “socialista”?

Me da pena decirlo, pero es evidente que los intereses del presidente Santos están lejos de proteger la Seguridad Nacional. Hoy, con toda certeza, puedo decir que el “uribismo” de Juan Manuel Santos no tiene nada que ver con el uribismo que tuvimos durante ocho años. La verdad, deja un mal sabor de boca que el presidente siga diciendo que sus políticas son las mismas de Uribe. Hoy vemos una narco-guerrilla fortalecida, atentados todos los días, retenes ilegales en las carreteras del país, tenemos unas relaciones diplomáticas “babosas” sobrepuestas a los intereses de nuestra nación y a un presidente que hace lobby internacional promoviendo la imagen de uno de los enemigos de nuestra Patria.

¡No más! Se me llenó la copa.

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