Friday, April 22, 2011

Jara y el mundo al revés

Jara y el mundo al revés


Siete años y siete meses fue el tiempo que duró secuestrado el ex gobernador del Meta Alan Jara en manos de los narcoterroristas de las FARC. Su secuestro se produjo el 15 de julio de 2001 cuando se desplazaba en un carro de las Naciones Unidas. En ese entonces, Jara había terminado su período como gobernador del Meta y se desempeñaba como consultor de este organismo internacional.

Es difícil imaginar lo que significa vivir una pesadilla en la que se vulneran absolutamente todos los derechos humanos. El secuestro es una experiencia dolorosa de la que únicamente pueden dar testimonio y hablar con propiedad quienes hayan tenido el infortunio de vivirlo. Los colombianos, en su gran mayoría, hemos sido apenas testigos de los relatos hechos por compatriotas que han querido compartir sus experiencias con nosotros al regreso de su calvario. Con plena certeza, sabemos que eso que imaginamos no corresponde ni siquiera al diez por ciento del dolor que debieron pasar estas personas y sus familias.

En el caso de Jara, me conmovió sobre manera el momento de su liberación; en particular ver el abrazo de su esposa y de su hijo que lo esperaron por muchos años y que indudablemente fue la recompensa a la paciencia y a la fe que tuvieron en que algún día volverían a verse. Compartí con ellos esa alegría, así como la había compartido con otras personas que volvían a vivir su libertad luego de pasar años secuestrados en la selva. Esperé con mucho entusiasmo los momentos en que en la rueda de prensa Jara comenzaría a dar declaraciones a la opinión pública. Pero mi entusiasmo se fue desvaneciendo a medida que iban saliendo las palabras de su boca. Claramente, el señor Jara estaba mostrando síntomas que solamente se podían enmarcar dentro del cuadro psíquico “síndrome de Estocolmo”.

Recordemos apartes de sus declaraciones y tratemos de entender cada una de ellas, empecemos: Dice Jara: “Allí (refiriéndose al secuestro en la selva) no hay maltrato, no hay humillación, no hay grosería”. Pensaríamos que es lógico que si se cohíbe la libertad a alguien, ese hecho ya genera maltrato. Ir custodiado por un extraño al “baño” y entiéndase por baño cualquier lugar de la selva no acondicionado para necesidades fisiológicas, pensaría uno que genera humillación. Que estar amarrado como un perro, debe hacer sentir al ser humano miserable. Pero no, no para Jara. De hecho, él suma a sus declaraciones: “las cadenas no nos las ponen para torturarnos sino para protegernos, es por seguridad”.

Contrario a estas declaraciones, el 22 de octubre de 2007, el entonces teniente Malagón, en un video que se usó como prueba de supervivencia, le dijo a la comunidad nacional e internacional, y especialmente se refirió a: “las ONG que se ufanan de defender los derechos humanos”, que lo visto en ese video no era la realidad, que las condiciones en que vivían los secuestrados eran inhumanas. El teniente Malagón contó que permanecía encadenado día y noche y sólo en ese instante, cuando las FARC se disponían a grabar el video para mostrarlo al mundo, él pudo descansar de llevar las cadenas al cuello. Las declaraciones del Teniente confirman el sentir de la mayoría de los colombianos, y es que el secuestro es la peor pesadilla que puede vivir un ser humano.

Posteriormente, en medio de la divertida rueda de prensa, Jara contaba sus anécdotas con bastante gracia, contó cómo las FARC sorprendentemente podían tener una cámara de video, una estufa a gasolina y una olla a presión. También contó, con la misma gracia, que su menú diario casi siempre eran fríjoles con arroz, dieta que evidentemente ya lo tenía cansado. Lo extraño, fue que minutos después dijo a la audiencia que las FARC contaban con una red de abastecimiento envidiable. En ese momento me pregunté: si tienen una red de abastecimiento envidiable, ¿cómo es que sólo comían fríjoles y arroz? Bueno, habría que preguntarle a Jara, porque a nadie se le ocurrió hacerle la pregunta en medio de ese momento emocionante.

Lo cierto es, señores, que no importa si el ex secuestrado llega o no con síndrome de Estocolmo, si llega enamorado de las FARC o si por el contrario, como en el caso de Pinchao, Íngrid, Luis Eladio y otros ex secuestrados, llegan convencidos de que las FARC son el peor cáncer que puede sufrir Colombia; lo cierto es que es justo que el Estado repare a estas personas por lo menos, de dos maneras: La primera y la más importante, es que tengan el derecho a la no repetición, en donde el Estado garantice que esos terribles acontecimientos jamás vuelvan a suceder, ni para ellos ni para ningún otro colombiano; y segundo, el derecho a recibir una indemnización económica que de alguna forma repare el daño causado al secuestrado y a su familia.

En este caso particular, Jara solicitó al Estado una indemnización económica de 8.000 millones de pesos, cifra según él simbólica, pero que en realidad el único simbolismo que deja ver es el nivel de avaricia que tiene, únicamente comparable con el de la señora Íngrid Betancourt, quien pretendió en su momento demandar al estado por otra cifra “simbólica” de quince mil “milloncitos” de pesos.

Colombia entera se indignó, y con justa causa; pero como casi todo lo que pasa en nuestro país, el tema por estos días ya se había olvidado y sólo salió a relucir cuando el pasado 14 de abril, Jara nos sorprendió con la noticia en la que nos confirmaba que desistiría de la millonaria demanda. Ese día, luego de asistir a la audiencia de conciliación en la Procuraduría Judicial de Villavicencio, dependencia de la Procuraduría General, Jara anunció a los medios de comunicación que no demandaría al Estado a pesar de no haber llegado a ninguna conciliación con el Ejecutivo. Lo curioso del repentino ánimo conciliatorio de Jara para no continuar con la demanda, en mi concepto, únicamente se debe al interés por su aspiración electoral en el Meta. Para nadie es un secreto que Alan Jara quiere repetir mandato en la Gobernación de dicho departamento, y que, indudablemente, una demanda de las proporciones de esa con la que pretendía “desangrar” al Estado, le restaría los votos suficientes para anular cualquier posibilidad de obtener una candidatura exitosa que lo llevara a ser merecedor del Despacho de la Gobernación.

La decisión de Jara y su repentino “aire conciliador” por fortuna, beneficiarán al fisco de la Nación, pero definitivamente no beneficiará su aspiración. Para los villavicenses no será problema recordar las famosas frases de Jara el día de su liberación en las que cada “flor” que le echaba a las FARC la finalizaba con un “el mundo al revés”. Recordarán sus palabras cuando dijo: “Las FARC hicieron un gesto, y ese gesto debe ser correspondido” o cuando se quejó diciendo “El temor no ha sido que la guerrilla me mate, el temor ha sido que el gobierno me mate”. El Departamento del Meta, necesita garantizar llevar a la gobernación, a un candidato que exprese abiertamente su repudio a las FARC y a cualquier otro grupo terrorista. El Meta necesita un hombre valiente, que lleve las banderas de la Seguridad Democrática, que sirva de interlocutor ante el alto gobierno para llevar allí las necesidades y los intereses supremos de los villavicenses, y ese candidato queridos lectores, definitivamente no es Alan.

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