Tuesday, May 24, 2011

Bogotá necesita a Peñalosa


Entre 1998 y 2001, Bogotá demostró que era posible gobernar bajo el esquema de democratización urbana con una administración responsable, transparente y honesta. Fue el entonces Alcalde, Enrique Peñalosa, quien demostró con hechos que la capital del país podía convertirse en una ciudad modelo digna de admiración y ejemplo para Latinoamérica y el mundo.

¿Cómo lo hizo?

Uno de los principales males que aquejaban a la ciudad era la invasión del espacio público, su recuperación dejó de limitarse a la reubicación de vendedores ambulantes en los andenes de la capital o al parqueo ilegal de vehículos. Enrique sumó todos los esfuerzos para combatir desde cualquier frente todas las formas de abuso al espacio público. Logró culminar con éxito la tarea de recuperar zonas de la ciudad que siempre habían sido consideradas como focos de drogadicción, venta de armas y de ejecución de actividades criminales. Uno de los mejores ejemplos es la recuperación de El Cartucho, famoso sector en el centro de la ciudad que por muchos años había permanecido bajo el poder de indigentes al servicio del delito. Esta zona se convirtió en el Parque Tercer Milenio, lugar que le devolvió la vida al sector y le brindó seguridad y esparcimiento a sus habitantes.

La construcción de este parque, trajo consigo no sólo la demolición de 23 hectáreas y la expulsión de los indigentes, también trajo el acompañamiento de programas de rehabilitación para los habitantes de la calle, logrando que más de 1.500 personas posteriormente se vincularan laboralmente a varias entidades del Distrito.

Otro factor importante fue la legalización de 437 barrios subnormales. Peñalosa combatió la construcción de barrios piratas y complementó la tarea impulsando el Programa Metrovivienda, una propuesta para proporcionar vivienda de interés social digna para los estratos 1 y 2 de la capital. Este programa permitió que cientos de familias se beneficiaran y por primera vez contaran con una casa propia.

En cuanto a educación, Peñalosa logró aumentar en tres años, 181.000 nuevos cupos, construyendo 23 nuevos colegios y reconstruyendo 25 más, dejándolos con 14.000 computadores conectados a internet para uso exclusivo de los estudiantes. Así mismo, inauguró jardines infantiles en los estratos más bajos con la calidad de los más altos. También, construyó una red de bibliotecas en la capital, tres de ellas, megabibliotecas y doce más pequeñas, las cuales hoy en día hacen parte de la vida cotidiana de más de cuatrocientos mil usuarios que las visitan al mes. Este logro sin duda ha contribuido para que nuestros niños y jóvenes hoy hagan parte de una generación más interesada en la investigación y en la lectura.

Finalmente, la movilidad fue el gran éxito de su administración, el sistema integrado de transporte Transmilenio dejó más de 104 kilómetros construidos y listos para transportar miles de pasajeros al día. Este sistema de transporte masivo logró que los bogotanos dejaran el carro en la casa y tomaran transporte público. Esto no sólo benefició a los usuarios en términos de tiempo y ahorro de dinero, sino que también benefició al medio ambiente, pues en números representa un carro menos contaminando el aire capitalino por cada cinco usuarios de este sistema de transporte. Así mismo, la creación de 300 kilómetros de ciclorrutas integradas a Transmilenio permiten que hoy el 4 por ciento de la población use la bicicleta como medio de transporte para llegar a su trabajo, colegio o universidad.

¿Qué pedimos a Enrique Peñalosa para su próxima administración? Solamente algunos puntos necesarios para ayudar a garantizar su buena gestión. Necesitamos que como Alcalde se comprometa a tener un diálogo constante con los ciudadanos, que lidere durante su mandato un programa de seguridad claro, en el que día a día se desarrollen estrategias a través de la cooperación con la comunidad y por supuesto de la Fuerza Pública.

La reestructuración de la educación secundaria de la capital es prioritaria, necesitamos que se adicionen al currículum de los estudiantes materias de orden técnico y tecnológico que les permitan desarrollar actividades simultáneas que de alguna forma pueda representarles ingresos y desarrolle el emprendimiento en los jóvenes.

Así mismo, es importante que el Distrito haga parte activa del programa “Familias en Acción Emprendedoras”, que buscaría dar patrocinio económico a las familias de estratos bajos que tengan la posibilidad de iniciar alguna actividad productiva con factibilidad de crecimiento y sostenimiento a futuro.

Finalmente, y dados los escandalosos actos de corrupción en el tema de contratación estatal, es indispensable que todos los contratos que se realicen durante su administración sean adjudicados mediante audiencia pública, y que una vez adjudicados tengan veedurías de la ciudadanía, cámaras de comercio y universidades.

Bogotanos, Peñalosa representa el médico especializado que necesita nuestra ciudad, no podemos darnos el lujo de elegir al médico general ni al practicante, tenemos que elegir al especialista. La decisión está en nuestras manos.

Friday, May 20, 2011

No habrá Caguán
 
 
La Ley de Orden Público fue la primera norma legislativa que firmó el presidente Santos en diciembre de 2010, en ella se prohíben las zonas de despeje para los grupos violentos y también se especifica que no habrá zonas vedadas para la Fuerza Pública. Muchos colombianos celebramos la sanción de la Ley, pues ella nos garantiza que el Estado no volverá a ceder ni un centímetro cuadrado del territorio nacional, no tendremos que someternos nunca más a entregar el país al terrorismo como lo hizo en su momento el gobierno de Andrés Pastrana con sus negociaciones en el Caguán y en cierta medida garantiza la presencia de la Policía en todos los rincones del país.

Entonces ¿por qué tenerle miedo a un Caguán II? El cambio en las políticas prometidas en campaña y el enfoque que le ha dado el presidente Santos a su gobierno nos han hecho dudar de ello, pero la Ley que él mismo firmó nos garantiza que no caerá en el juego de una zona de distensión. Sin embargo, ello no quiere decir que no pueda haber una negociación con las FARC o con otros grupos narcoterroristas.

El reconocimiento que ha hecho el gobierno del Presidente Juan Manuel Santos, al declarar que en Colombia sí hay conflicto interno armado, ha liberado sin ningún pudor, toda la felicidad de quienes abiertamente y sin temor de ser juzgados, son conocidos como simpatizantes, colaboradores y embajadores de las FARC. Para la muestra sólo hay que leer la última columna de Piedad Córdoba, en la que un aparte dice:
"Por supuesto, nuestra mayor aspiración es que tras el reconocimiento que ya de manera irreversible ha producido al actual gobierno colombiano, se conjuguen todos los esfuerzos para potenciar una salida política negociada al conflicto armado, para una paz con justicia.

En mi calidad de coordinadora de Colombianas y Colombianos por la Paz, en el curso de 2010 y 2011 he recibido comunicaciones directas y expresas de las máximas comandancias de las organizaciones rebeldes FARC-EP y ELN, en las que se manifiesta su voluntad de regular o humanizar el conflicto armado".

A nadie debe quedarle duda, que el gobierno está abriendo la puerta y ha dado el primer paso para iniciar una negociación con las FARC, negociación, que, como lo decía al principio, no será objeto de zonas de distensión, dada la prohibición contemplada en la norma citada, pero que con toda certeza, se realizará en territorio internacional, en un país “amigo,” en donde las FARC se sientan como en casa. ¿Ideas? Aunque Hugo Chávez está dispuesto a ofrecer suelo venezolano para éste fin, el mandatario del hermano país no pasará de ser un “facilitador” en el proceso, pero ¿quién duda de la hospitalidad que puedan brindar Raúl y Fidel Castro? Sin manto de duda, los hermanos Castro abrirán las puertas de su isla para que ésta sea sede de los diálogos “farcsantes”.

No sería la primera vez, Cuba ha sido partícipe de diálogos previamente, Fidel estará feliz de volver a ser anfitrión. Por su parte, el gobierno de Colombia, anticipándose a los hechos, designó a un embajador de lujo en la isla, un ex vicepresidente de la República. ¿Alguien se pregunta por qué el Dr. Bell no está en una embajada en Europa y en cambio prefirió pasar una temporadita en la Habana? Les dejo la reflexión.

Lo cierto es que Colombia no puede devolverse a las épocas en las que se negociaba con terroristas, nada bueno quedó de ello. Antes de cualquier intento de negociación, los narcoterroristas del ELN, FARC, Paramilitares, etc., deben entregar a todos los secuestrados, comprometerse a no cometer actos terroristas y estar dispuestos a confesar sus crímenes bajo el marco jurídico de la Ley de Justicia y Paz. Recordemos que la misma Ley de Orden Público mantiene las facultades al presidente de la República para iniciar procesos de paz. Sin embargo, vale la pena destacar que esta misma impide que se otorguen indultos individuales o colectivos a quienes hayan sido responsables de crímenes de lesa humanidad y hayan reclutado menores de edad, no importa que los actores de dichos delitos se acojan a procesos de paz.

Basado en lo anterior, es necesario que el gobierno colombiano deje claro a los grupos terroristas, que un diálogo de paz no abrirá ninguna posibilidad de indulto, tendrán que pagar cárcel. Entonces ¿querrán estos grupos tener una salida negociada? Juzguen ustedes mismos.

Wednesday, May 11, 2011

Dónde está el partido?
 
Desde muy joven comencé a interesarme por los temas políticos del país, siempre tuve claro que el día que diera mi primer voto en las urnas, lo haría por el candidato que representara las mejores ideas y las mejores propuestas, y no me dejaría llevar por los colores políticos del momento.

Mi apatía por los partidos políticos comenzó muy temprano. Recuerdo las clases en el colegio, donde el profesor narraba los sucesos que habían marcado la historia reciente del país, la llamada época de la violencia, protagonizada por la lucha entre liberales y conservadores, lucha que encontró el detonante en la muerte del liberal Jorge Eliecer Gaitán. El asesinato de este líder político trajo consigo muchos otros crímenes, terrorismo y destrucción de la propiedad pública y privada, no sólo en Bogotá, sino en todas las ciudades de Colombia.

Mi padre solía contarme la historia de ese 9 de abril de 1948, cuando él tan sólo tenía 9 años. El Bogotazo no discriminó edad, estrato, ni condición, todo el país fue víctima de un baño de sangre en el que murieron cerca de doscientas mil personas. Nadie de mi familia pereció en ese episodio, pero puedo imaginar la angustia vivida por ellos por las narraciones de mi papá, en las que al detalle ilustra cómo la gente hacía saqueos, quemaba el tranvía, y destruía iglesias. No se salvaba nada, el odio encegueció a la gente.

No justifico ni justificaré que la política pueda generar tales grados de violencia. Tuve siempre la creencia, basada en los hechos históricos, de que los partidos políticos no traían más que odios y polarización a un país. Sin embargo, hoy soy consciente de la importancia de consolidar dichos partidos como parte importante de una democracia, deben ser entes que representen un cuerpo de doctrina que eduque de alguna manera a los ciudadanos en los principios democráticos, en el valor y el respeto por las instituciones y en la defensa y promoción del estado de opinión como parte fundamental del Estado de derecho.

En Colombia, los partidos políticos no representan lo que deberían, en mi humilde opinión, simplemente se han ganado un rol de carácter institucional, los miembros de las diferentes colectividades en nuestro país son quienes ocupan las más altas dignidades dentro del Estado, en el Poder Ejecutivo, en el Legislativo y en el Judicial. Pareciera entonces, que sólo quienes pertenecen a maquinarias políticas logran conseguir fácilmente una magistratura, una silla en el Congreso de la República, un ministerio, o una embajada. Claro, toda regla tiene su excepción, pero en el panorama general, es así como desde la barrera lo vemos los colombianos que no hemos estado vinculados directamente con la política.

¿Se han preguntado alguna vez por qué en Colombia los partidos no tienen ninguna credibilidad?, ¿por qué no han podido formar un cuerpo de doctrina claro?, ¿por qué hay distancias ideológicas abismales entre dos miembros de una misma colectividad? Creo que una de las razones fue su afán de consolidar poder sin involucrar al pueblo. Además, militan en ellos líderes que lejos de representar una doctrina de pensamiento, representan el “voltearepismo”, son camaleones políticos que van cambiando de color de acuerdo con sus intereses; simplemente hacen parte de una colectividad con base en los beneficios que ello pueda representarles. Por eso, hoy vemos políticos que ayer fueron rojos, hoy son azules y mañana serán verdes. Son los que se hacen elegir por el pueblo con un partido, y terminan gobernando bajo las banderas de otro.

Yo, soy uribista, creo en la ideas del líder que le demostró a toda una nación que se podía recuperar el rumbo, pese a que por muchos años se la calificó de Estado Fallido. Soy uribista, pero me siento sin partido. Aunque el Partido de la U representa las ideas del presidente Uribe, aún no sienta las bases para asegurar una larga vida a la colectividad. Han caído en el error de todos los demás, aceptar militantes oportunistas que nada tienen que ver con las políticas del uribismo. El Partido de la U debe desprenderse de todo aquel que no represente los intereses, las ideas y los valores democráticos que practicamos los verdaderos uribistas.

Es obvio que en una colectividad existan algunas diferencias, es normal, pero estas diferencias no pueden ser estructurales. Por eso, con mi columna de hoy, quiero hacer un llamado al uribismo, un llamado que logre reunir a los verdaderos militantes de nuestra corriente política, para que sea un partido que se base en las ideas y las políticas del presidente Uribe, un partido con un discurso consistente, sin demagogia, una colectividad que represente la relación mutua entre democracia representativa y participativa, en el que la confianza popular brinde gobernabilidad y transparencia. Un partido consciente del significado de la austeridad, un partido de principios, con visión de desarrollo y de crecimiento económico. Una colectividad con toda la determinación de combatir al terrorismo por vías institucionales y sin apaciguamientos. Un partido que represente el bienestar del ciudadano, construido de la mano de una política de inversión con responsabilidad social. Tenemos el líder y jefe político, pero ¿dónde está el partido?

Sunday, May 1, 2011

Las Razones de Vargas Llosa

Las Razones de Vargas Llosa

América Latina se encuentra a la expectativa por conocer quién será el ganador de la contienda electoral en las elecciones presidenciales de Perú. En la primera vuelta se “quemaron” candidatos como Toledo y Pedro Pablo, que generaban cierto grado de confianza para garantizar continuidad a las políticas exitosas que aplicó el gobierno de Alan García, y que hoy tienen al Perú encabezando la lista de los países de la región con mayor crecimiento económico y con una reducción envidiable en la tasa de pobreza.

Próximamente, se disputará la ronda final con la segunda vuelta electoral en la que se decidirá quién llevará las riendas del hermano país por los próximos cinco años. Por un lado está Ollanta Umala, quien representa el camino seguro para llevar a los peruanos al abismo y retroceso del mal llamado Socialismo del Siglo XXI que lidera Hugo Chávez, personaje que no ha ocultado en ningún momento su propósito de expandir sus ideales por toda la región. Este comunismo anticuado, funciona bajo la máscara de democracia disfrazada, donde el principal objetivo del Estado no es el garantizar el bienestar de sus habitantes, sino garantizar a toda costa la continuidad de una tiranía que despilfarra los recursos de una nación en pro de intereses particulares.

Claro, mantienen un discurso de carácter social en el que convencen a la población más vulnerable de su lucha por la igualdad y la reivindicación de los pobres a punta de “arepa socialista”. Son estos mismos gobiernos los que desangran al Estado, y lo condenan a un atraso irremediable. Esta forma de hacer “política” no es sostenible en el mediano plazo, pues no genera ninguna confianza al inversionista nacional y mucho menos al extranjero. Son Estados que a pesar de contar con riqueza en sus recursos naturales, como es el caso de Venezuela con el petróleo, terminan dependiendo de terceros países para garantizar el acceso a productos básicos de la canasta familiar a sus habitantes, por supuesto con precios demasiado altos y sin que se asegure un aprovisionamiento constante.

Dada la falta de garantías con esta clase de políticas y dirigentes, los Estados terminan siendo parasitoides, no hay quien quiera trabajar con emprendimiento, no hay innovación, no hay ciencia y tecnología, no hay inversión, ¡no hay nada!

El otro lado de la moneda, lo protagoniza la candidata Keiko Fujimori, hija del expresidente Alberto Fujimori, quien condujo un régimen de extrema derecha y hoy se encuentra en la cárcel, pagando una condena de 25 años de prisión por haber sido juzgado como autor de crímenes de lesa humanidad y por actos de corrupción sucedidos durante sus años de gobierno. Keiko, con una trayectoria política reciente, ha sido una de las congresistas más populares del Perú, la más votada de la historia del país. Cuenta tal vez con el apoyo del mismo electorado que le agradece a su padre haber tenido la entereza y determinación de combatir y derrotar al grupo terrorista Sendero Luminoso y haber salvado a Perú de ser víctima de una guerrilla que se hubiera podido convertir en un grupo terrorista de las proporciones de las FARC.

Sobre este tema en particular, hace unos días, conocimos las declaraciones del Nobel Mario Vargas Llosa, en las que aseguró que no votaría por Fujimorí porque eso sería legalizar la dictadura. Los que hemos seguido la trayectoria del Nobel nos sentimos un poco confundidos por su determinación. Si bien Fujimori puede crear dudas respecto a lo que puede ser su mandato como presidenta del Perú, no se le puede juzgar por lo que hizo su padre. Vargas Llosa se ha caracterizado por ser un hombre con pensamientos e ideales considerados de derecha y democráticos, por eso causa extrañeza que hoy invite a sus conciudadanos a votar por Umala sin que haya caído en cuenta de la gravedad de lo que significa que Perú ingrese a la lista de países suramericanos de línea social-chavista.

Pero todo tiene una explicación, recordemos el año 1990. En ese entonces, Perú estaba en un proceso similar al actual, buscando un candidato que ocupara la silla del Despacho Presidencial, los candidatos eran Alberto Fujimori y el hoy premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. Fujimori, era rector de la Universidad Agraria La Molina, un desconocido ingeniero agrónomo que saltó al campo político y que diluyó los sueños del escritor peruano, quien lideraba la coalición de derecha de Acción Popular y el PPC. Ese año, Fujimori arrasó en segunda vuelta con una votación a favor del 60% gracias al apoyo que tuvo entre otros, del entonces Presidente Alan García y de los movimientos políticos de izquierda del Perú.

Desde entonces, Vargas Llosa se convirtió en el más grande contradictor político de Fujimori y de su gobierno. Fue el mismo escritor quien se encargó de denunciar al mundo los excesos de autoridad, crímenes y escandalosos actos de corrupción de su gobierno, los cuales una vez hicieron efecto en los estrados judiciales, lo llevaron a renunciar a la Presidencia de Perú desde Japón y finalmente lo destinaron a vivir una condena de casi tres décadas.

Entiendo las razones del Nobel para no apoyar a la hija de Fujimori, pero no comparto que incite a sus compatriotas a caer en el abismo, cegado por un odio político que en la actualidad no tiene ninguna vigencia. Sería bueno preguntarle algún día a Vargas Llosa por qué no promovió el voto en blanco, el cual sería lógico respaldarlo en su posición y más acorde con sus ideales éticos, políticos y democráticos en lugar de arriesgar varias generaciones de peruanos que de llegar a ser víctimas del Socialismo del Siglo XXI, podrían tardar varías décadas en recuperar su democracia